31 de Marzo
MIÉRCOLES DE LA SEMANA SANTA
MISA CRISMAL
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Del santo Evangelio según san Lucas: 4, 16– 21
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Después de la lectura del Evangelio el obispo tiene la homilía, en la cual, basándose en los textos que se leyeron en la liturgia de la Palabra, habla al pueblo y a sus presbíteros acerca de la unción sacerdotal, exhortando a los presbíteros a conservar la fidelidad en su ministerio e invitándolos a renovar públicamente sus promesas sacerdotales.
Palabra del Señor. R/. Gloria a ti, Señor Jesús
MONICIÓN |
Ahora seremos testigos de la renovación de las promesas sacerdotales de nuestros hermanos presbíteros, este signo manifiesta su disponibilidad para servir al pueblo de Dios en Yucatán en comunión con el Sr. Arzobispo Don Gustavo Rodríguez Vega. Guardemos respetuoso silencio.
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RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS SACERDOTALES
Terminada la homilía, el obispo, sentado, se dirige a los presbíteros, con estas palabras u otras semejantes:
Amados hijos: al celebrar hoy la conmemoración anual del día en que Cristo, nuestro Señor, comunicó su sacerdocio a los Apóstoles y a nosotros, ¿quieren ustedes renovar las promesas que hicieron el día de su ordenación, ante su obispo y ante el pueblo santo de Dios?
Los presbíteros responden todos al mismo tiempo: Sí, quiero.
El obispo:
¿Quieren unirse más íntimamente a nuestro Señor Jesucristo, modelo de nuestro sacerdocio, renunciando a sí mismos y reafirmando los compromisos sagrados que, impulsados por amor a Cristo y para servicio de su Iglesia, hicieron ustedes con alegría el día de su ordenación sacerdotal?
Los presbíteros responden todos al mismo tiempo: Sí, quiero.
El obispo:
¿Quieren ser fieles dispensadores de los misterios de Dios, por medio de la sagrada Eucaristía y de las demás acciones litúrgicas, y cumplir fielmente con el sagrado oficio de enseñar, a ejemplo de Cristo, Cabeza y Pastor, no movidos por el deseo de los bienes terrenos, sino impulsados solamente por el bien de los hermanos?
Los presbíteros responden todos al mismo tiempo: Sí, quiero.
Enseguida el obispo, dirigiéndose al pueblo, prosigue:
Y ustedes, queridos hijos, oren por sus sacerdotes; que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus dones celestiales, para que sean fieles ministros de Cristo, Sumo Sacerdote, y los conduzcan a ustedes hacia él, que es la fuente única de salvación.
El pueblo: Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos.
El obispo:
Oren también por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico, encomendado a mis débiles fuerzas, y que sea entre ustedes una imagen viva y cada vez más perfecta de Cristo Sacerdote, buen Pastor, Maestro y servidor de todos.
El pueblo: Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos.
El obispo:
El Señor nos conserve en su amor y nos lleve a todos, pastores y ovejas, a la vida eterna.
Todos: Amén.
No se dice Credo.
MONICIÓN |
Ahora unidos en una misma fe, presentamos al Señor los aceites que serán bendecidos para luego ser usados por el pueblo de Dios: el óleo de los enfermos, el óleo de los catecúmenos y el santo Crisma.
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LITURGIA DE LA BENDICIÓN DE LOS ÓLEOS
Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan los óleos, o, en su defecto, algunos presbíteros y ministros, o bien los mismos fieles que presentan el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al lugar donde se han dejado preparados los óleos y las otras ofrendas.
Al volver al altar lo hacen de este modo: en primer lugar, el ministro que lleva el recipiente con los aromas, si es que el obispo quiere hacer él mismo la mezcla del crisma; después, otro ministro con la vasija del óleo de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o un presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística.
Al avanzar la procesión se canta el himno O Redemptor u otro canto apropiado.
Bendición del óleo de los enfermos
MONICIÓN |
La Iglesia como administradora de la multiforme gracia de Dios, sabe que el consuelo a nuestros hermanos enfermos es un servicio que no puede faltar en la comunidad cristiana. Por eso ahora, Padre Eterno, por medio de nuestro Obispo y Pastor, bendice el aceite para ungir a los enfermos y a todos aquellos que experimenten fragilidad en su salud.
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Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono asignado se la presenta al obispo, canta en voz alta: “óleo de los enfermos” y el pueblo responde: “demos gracias a Dios”.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Dios nuestro, Padre de todo consuelo, que, por medio de tu Hijo quisiste curar las dolencias de los enfermos, atiende benignamente la oración que brota de nuestra fe y envía desde el cielo tu Santo Espíritu Santo Consolador sobre este aceite fecundo, que quisiste que un árbol vigoroso ofreciera para alivio de nuestro cuerpo; de manera que, por tu santa (+) bendición, se convierta, para todo el que sea ungido con él, en protección del cuerpo, del alma y del espíritu, sientan en cuerpo y alma tu divina protección para quitar todo dolor, toda debilidad y toda enfermedad. Que sea para nosotros óleo santo, bendecido por ti, Padre, en nombre de Jesucristo Señor nuestro. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Bendición del óleo de los catecúmenos
MONICIÓN |
A la vida cristiana se nace por los sacramentos de la iniciación cristiana y uno de los elementos que acompañan este proceso es el óleo de los catecúmenos. Pidamos ahora al Padre que, por medio de nuestro Obispo y Pastor, bendiga el aceite con el que sean ungidos nuestros hermanos que se preparan a recibir el sacramento del bautismo.
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Terminada la bendición del óleo de los enfermos, El diácono asignado canta en voz alta: “óleo de los catecúmenos” y el pueblo responde: “demos gracias a Dios”.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
Dios nuestro, fuerza y protección de tu pueblo, Que hiciste del aceite un signo de fortaleza, dígnate bendecir (+) este óleo, y fortalece a los catecúmenos que con él serán ungidos, para que, al recibir la fuerza y la sabiduría de Dios, comprendan más profundamente el Evangelio de Cristo, afronten animosamente las exigencias de la vida cristiana y, hechos dignos de la adopción filial, sientan la alegría de renacer y vivir en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Consagración del Crisma
MONICIÓN |
Te pedimos ahora padre misericordioso, que por medio de nuestro Obispo y Pastor, en comunión con sus presbíteros, consagres el crisma preparado que ungirá a tu pueblo: en el sacramento del bautismo, en la confirmación y en el sacramento del orden.
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Concluida la bendición del óleo de los enfermos, el diácono asignado canta en voz alta: “santo Crisma” y el pueblo responde: “demos gracias a Dios”.
Hermanos muy queridos: pidamos a Dios Padre todopoderoso, que bendiga y santifique este Crisma para que cuantos sean ungidos externamente con él, también reciban esta unción interiormente y los haga dignos de la divina redención.
Concluida la consagración del santo crisma, los recipientes son retirados del presbiterio.
MONICIÓN |
Habiendo sido testigos de este momento tan lleno de simbolismo, expresemos nuestra gratitud al padre y presentemos nuestros dones.
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Inicia el canto de ofertorio y continua la misa como de costumbre.
Fuente: Palabra Viva - Misal Diario, Año 4, No. 43, marzo 2021.
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